Desde ninguna parte

Por Teodoro Boot

* Encontré a Teodoro Boot en la esquina de Lavalle y Talcahuano el jueves 15 y estaba feliz en medio de la multitud.

Un intempestivo desfile de cuatro horas interrumpió el recorrido del interno 126 de la línea 5 sin previo aviso policial ni desvío de tránsito ni alerta meteorológico ni nada de nada. Fueron decenas de miles, hasta la centena capaz, aunque eso nunca se sabe ni sabrá porque resulta imposible estimar sensatamente el número de una multitud que se niega a estarse quieta, ni siquiera durante tres horas veinte, que es lo que los organismos oficiales especializados demorarían en contarlos con exactitud, insistiendo en cambio en caminar, gritar, cantar, bufar, pedorrearse y todas las cosas desagradables que suelen hacer las multitudes. Así que no se sabe, lo que habilita a ignorar el absurdo acontecimiento con tan olímpica indiferencia como la manifestada por los comerciantes del barrio de Congreso o de las avenidas Callao o Corrientes, que en ningún momento cerraron sus negocios al paso de las desaforadas masas, tan desaforadas que hasta protestan ante un fallo de la Justicia, nada menos. Y esto sí fue un detalle extraño para el cronista, porque todo se veía pasar como si pasara en la más absoluta y anormal normalidad e irrealidad (lo que en efecto, así ocurría) y en realidad nadie se puso loco, aunque no se sabe si por temor, compresión o solidaridad.

No lo sabremos jamás, porque no leemos diarios, que si los leyéramos…