Desproporciones
Por Teodoro Boot
A cualquiera que tenga
algún sentido de las proporciones, por mucho empeño que ponga le costará
imaginar al general De Gaulle discutiendo con Brigitte Bardot.
El general era así, un
poco presuntuoso y, erguido en toda su estatura, sólo se avenía a discutir con
Francia. Su único verdadero interlocutor era, en abstracto y mayúsculas, La
France.
Es verdad que alguna
vez hasta habló con Malraux.
Un hombre versátil
André Malraux
–novelista, poeta, piloto, aventurero, contrabandista, impresor, guerrillero,
periodista, ladrón de piezas arquelógicas, político, ministro y ensayista,
autor entre otras obras de La vía real, La
condición humana, La esperanza, El tiempo del desprecio, Las voces del silencio–,
tan arrogante y presuntuoso como De Gaulle, además de hablar cara a cara con la
Especie Humana,
la Revolución,
La France y, por supuesto, De Gaulle, supo tener largas
pláticas sobre todo cuanto cabe entre la profundidad de los océanos y la
grandiosidad de la Vía Láctea,
con Chou En Lai, Mao Tse Tung, Marc Chagall, John F. Kennedy, Pablo Picasso,
Georges Braque, Jawaharlal Nehru,
etcétera, etcétera, etcétera, que registró fragmentariamente en Antimemorias. Por su parte, sus
postreras conversaciones con De Gaulle dieron forma a su libro La hoguera de encinas.
Además
de la egolatría, el egocentrismo y su proverbial habilidad para situarse en el
punto de mayor visibilidad de las escenas, Malraux era famoso por una innata
peculiaridad: el síndrome de Tourette.
Descripto
por el neurólogo francés Georges Gilles de la Tourette, se trata de un
trastorno neuropsiquiátrico no degenerativo que se caracteriza por la profusión
de tics físicos y vocales, que pueden ser tanto cómicos como patéticos y tanto crónicos
como transitorios.
Tics físicos y vocales
Un
tic es un movimiento involuntario, convulsivo, excesivo, de uno o varios grupos musculares que puede ser simple (breves
movimientos repentinos que involucran un número limitado de músculos, tales
como el parpadeo, el encogimiento de hombros, el fruncimiento del entrecejo) o
complejo, en cuyo caso se ven involucrados varios grupos musculares, como
tocarse la nariz, saltar, olfatear objetos, tocar otras personas, etc.
Por su parte, los tics vocales suelen ser aún
más inadecuados que alzarse inopinadamente de hombros y dar un moquete a un
sorprendido De Gaulle, desproporción en la que, hasta donde se sabe, jamás
incurrió Malraux.
El Tourette va a menudo asociado a la ecolalia,
la ecopraxia, la palilalia, y la temible coprolalia, esa patológica compulsión
a proferir obscenidades en los momentos más inoportunos. La palilalia, en
cambio, consiste en la repetición
cada vez más rápida de la misma palabra, expresión o aún de sílabas,
habitualmente al final de cada frase.
Tan chocante como la coprolalia, la ecopraxia es la imitación involuntaria e inmediata de los
movimientos observados en el interlocutor o alguna otra persona cercana. Se la
supone estrechamente relacionada con la ecolalia, que consiste en la repetición
parcial o total –siempre involuntaria– de las palabras de otra persona,
inmediatamente después o pasado un tiempo de la emisión original. Este
fenómeno, como la palilalia, está relacionado con un debilitamiento de la
inteligencia.
Sin
embargo, existen ecolalias no patológicas.
Una
ecolalia
no patológica que podría llamarse “evolutiva” es la de los niños en el
proceso de adquisición del lenguaje. En el niño normal la longitud de
las
frases que repite no suele sobrepasar la longitud de las que él es capaz
de
emitir, mientras que en la ecolalia patológica se produce una repetición
perfecta y exacta, incluidos los aspectos prosódicos, de frases
completas y de
estructuras de un nivel de complejidad muy superior a la competencia
lingüística del sujeto. Los autistas, por ejemplo, son capaces de
emisiones ecolálicas con una longitud significativamente mayor que sus
propias
emisiones espontáneas e incluso en algunos casos con mayor precisión
articulatoria.
La
ecolalia puede ser funcional, en la que el sujeto manifiesta una intención
comunicativa, o carecer de propósito. En tal caso suelen tener carácter
autoestimulatorio, como la repetición de eslóganes y estribillos publicitarios
así como muletillas, frases o aun conceptos aparentemente complejos escuchados
en radio y/o televisión, medios capaces de atraer la atención de
sujetos por lo general aislados de la realidad o indiferentes a ella.
Nótese
que este tipo de ecolalia puede persistir aunque el individuo en cuestión haya
adquirido un conocimiento más avanzado de la estructura del lenguaje.
Complicaciones de la vida social
Si
la ecopraxia puede provocar situaciones enojosas que complican la vida social
de la persona afectada, y la palilalia y la ecolalia la vuelven insoportable,
la coprolalia es decididamente incapacitante: uno no puede andar por ahí
repartiendo obscenidades a diestra y siniestra y, a menos que labre una carrera
como periodista moderno o cómico de teatro de revistas, esta dolencia
imposibilita integrarse en forma armónica con la sociedad, razón por la cual
numerosos profesionales se muestran partidarios de extirparla por los medios
más expeditivos. Es en ese sentido que no pocos pacientes han sido tratados mediante la introducción de
toxina botulínica junto a las cuerdas vocales.
La toxina
botulínica, también llamada botulina, es elaborada por la
bacteria Clostridium botulinum,
causante del botulismo. Prohibida como arma biológica por la convención
sobre
armas químicas debido a su capacidad de producir parálisis muscular,
esta propiedad de la botulina es aprovechada por la industria
farmacéutica para el tratamiento de
las arrugas faciales, el estrabismo, el blefaroespasmo o contracción
involuntaria de los párpados, la tortícolis espasmódica, el calambre del
escribiente y para morigerar los efectos de la coprolalia: no evita el
habla, pero
provoca una parálisis parcial que ayuda a controlar el volumen de
cualquier
exabrupto.
A esta altura y a fin de no introducirnos en
una polémica médica acerca de la conveniencia del uso de la botulina para eliminar
las arrugas y reducir los alcances de la coprolalia, convendría aclarar que el
síndrome de Tourette padecido por André Malraux se manifestaba únicamente en la
profusión de espasmos musculares involuntarios.
Las
enseñanzas del Tourette
El escritor francés estaba libre de cualquiera
de los desórdenes vocales descriptos como no fuera su pulsión a mimetizarse con sus
entrevistados. Mao, Nehru, De Gaulle tenían tanto que escuchar a Malraux como
Malraux escucharlos a ellos. Es más, de la lectura de Antimemorias y La hoguera de
encinas puede inferirse que no era Malraux quien pretendía entrevistar a
los grandes estadistas de su época sino que eran ellos los que ansiaban
conversar con él.
Suena desproporcionado, pero, amén de tratarse de
trucos literarios de un escritor empeñado en promocionarse publicitariamente y construirse
como mito, en esos diálogos jamás se deslizaba hacia la anécdota banal o el detalle
bobo. Por el contrario, da la impresión de que personalidades como Chou En Lai,
De Gaulle, Ho Chi Minh recién adquirían conciencia de su propia importancia
histórica luego de conversar con Malraux. Era él quien los ponía ahí, y no
mediante la sumisión, la reverencia y la alcahuetería, que no enaltecen a
nadie, sino por el sentido de su propia dignidad y la cabal comprensión de la
relevancia de sus entrevistados.
Probablemente el Tourette –el infierno en que
esa incontrolable sucesión de tics faciales que lo acompañó toda la vida ha de
haber convertido su infancia y adolescencia– explique el empeño de Malraux por
estar siempre a la altura de las circunstancias y elevarse por encima de la
media elevando a sus interlocutores, convenciéndolos de su trascendencia
histórica mediante un único recurso: los temas de los que conversaban y el modo
de abordarlos.
Su muy evidente Tourette ha de haberlo alertado
respecto a las manifestaciones vocales del mal, como la ecolalia, por lo
general no tan evidente: la repetición involuntaria e inconciente de frases
escuchadas al pasar puede producir una engañosa sensación de pensamiento. Sin
embargo, tomarse en serio una manifestación de ecolalia es como jugar al truco
con un compañero afectado de Tourette y confiar en que en todas las manos
recibe el as de espada, el de bastos, los dos siete bravos y hasta algunos
tres.
Como ya se ha dicho, en el transcurso de las
largas conversaciones con De Gaulle en su retiro de Colombey, jamás se menciona
a Brigitte Bardot. Tampoco a Alain Delon o Yves Montand.
Así como harta de los animales de dos patas con
los que se casaba y solía acostarse, Bardot se abocó al cuidado y pública defensa de los cuadrúpedos,
el sex symbol de las septuagenarias Alain Delon fue siempre un emblema de la
ultraderecha francesa, y el actor, cantante y gigoló Yves Montand se destacó
como un persistente activista de izquierda.
En un país como Francia, donde
siempre se discutió todo y donde alguna gente hasta piensa por su propia
cuenta, también los actores tenían algo para decir, lo decían y lo dijeron,
pero en sus paseos por los bosques de Colombey ni De Gaulle ni Malraux
dedicaron un segundo de sus conversaciones a ninguno de ellos.
Malraux, que era muchas cosas pero por sobre
todo, escritor, sabía de la profesión del actor: repetir e interpretar textos
redactados por terceros, una suerte de ecolalia y ecopraxia artísticas. Tal vez
por eso De Gaulle se mantuvo siempre conversando con La France
y el pueblo francés y jamás discutió con Brigitte Bardot: tenía a su lado a
Malraux para alertarlo respecto a esas pequeñas cosas.
6 comentarios:
Es que Darín no es Bardot, ni Cristina es De Gaulle. A mucha honra...
Saludos.
Quizá Brigitte Bardot nunca se atrevió a insinuar que De Gaulle podría ser un ladrón y por eso éste nunca tuvo nada que contestarle. Vaya a saber.
Feo eso de negar una respuesta a partir de la profesión de alguien: "No, perdón, usted es barrendero, ni me molesto en contestarle porque no va a entender". Muy feo. Menos mal que De Gaulle era francés y no argentino, porque ya tuvimos muchos como él. Uno más hubiera sido demasiado.
Le habló claramente a la Argentina, no a darín, q es un personaje muy menor, y para colmo uno capaz de renguear como lisiado para zafar unos mangos. Si lee bien la carta, se va a dar cuenta.
Inyeñé: cuántas vueltas tienen que dar para explicar el patrimonio de la presidente! Si CFK no tiene que contestarle a Darín, entonces que mande a alguien a hacerlo. Pero que explique. Luego de una larga carta abierta plagada de odio mal disimulado e ironías seguimos igual. Sin saber el orígen del patrimonio presidencial. El mandatario debe dar cuentas. Ese deber pesa sobre los presidentes democráticos. Los dictadores pueden eludirlo (hasta cierto punto). Hasta los monarcas (el rey de España es un ejemplo) se sienten obligados. Por qué tanto escándalo?
Entre paréntise, por qué no se dan a conocer las identidades de los detenidos en PBA por los últimos saqueos (o robos organizados, como guete). Dicen que entre ellos hay varios paniaguados de la Alicia.
Entre otras muchas cosas Malraux era un señor y vos Teodoro, como diria un mal actor sos un pelotudo.
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