viernes, 19 de abril de 2013

Hoy el post lo hace Teodoro Boot: De moralinas, moralinas y moraletas




De moralinas, moralitas y moraletas




Por Teodoro Boot


La corrupción es el retintín con el que periodistas, comentaristas y predicadores de amplio espectro encubren su ausencia de ideas políticas o, tal vez aún con más frecuencia, su intención de disimularlas. Es difícil, sino imposible, discernir cuál de los dos propósitos provoca más daño.

  Para dar un ejemplo que puede resultar sorprendente para la percepción actual del argentino medio, el gobierno de Arturo Illia era tenido por lento, vacilante, electoralista y corrupto y, tal como reconoció alguna vez Quino, aludiendo a la befa de que hacía objeto al presidente desde los cuadritos de Mafalda que se publicaban en Primera Plana: “Tanto por la ignorancia que teníamos acerca de las reglas del juego democrático –dijo Quino– como por la misma precariedad de estas democracias, nos convertimos, sin desearlo, en los mejores aliados del enemigo”.

A un mes exacto del golpe que llevó al poder al general Onganía, en una entrevista que le realizara la revista Gente, Ernesto Sábato se sinceró: “Creo que es el fin de una era. Llegó el momento de barrer con los prejuicios y valores apócrifos que no responden más a la realidad ¿vos creés en la Cámara de Diputados? ¿Conoces mucha gente que crea en esa clase de farsa?”. 


Pero quien en esos momentos se llevó todos los premios fue el impoluto Tomás Eloy Martínez, quien a pocas horas del golpe escribió: “Reconozco calidad a Onganía como hombre de mando en el Ejército. Si Onganía se comportase en el terreno político como en el terreno militar, el país podría andar bien. Simpatizo con el movimiento militar, porque el nuevo gobierno puso coto a una situación catastrófica. Como argentino, hubiera apoyado a todo hombre que pusiera fin a la corrupción del gobierno de Illia".

Todo esto suena, por un lado, extraño y lejano, y por el otro, cotidiano y actual, pero en los casos de estos tres ejemplos de espíritu republicano y democrático, tan alejados de cualquier clase de totalitarismo, no debería dudarse de que esos taxativos juicios fueron hijos de la ausencia de ideas, cuando no de la intoxicación informativa o de la pura y simple estupidez. Alguna razón tenía el dirigente afroamericano Malcolm X cuando casi para la misma época advertía: “Si están desprevenidos, los medios de comunicación los llevarán a odiar a los oprimidos y a amar a los opresores”.


Malcolm X fue asesinado el 21 de febrero de 1965. Poco antes de morir, en alusión a algunas opiniones de las que en ese momento se arrepentía, dijo “Bueno, supongo que un hombre tiene derecho a hacer el ridículo si está dispuesto a pagar el costo”. Es razonable. Lo que no es razonable es que nadie quiera pagarlo en Argentina y que los Sábato y los Tomás Eloy Martínez sigan teniendo tantos émulos, ajenos e inmunes a la experiencia histórica.


No inmune sino impune, en cambio, es el abogado y periodista Mariano Grondona, quien el 29 de junio de 1966 saludaba a la nueva dictadura desde las páginas de Primera Plana: ...Arturo Illia no comprendió (...) que las Fuerzas Armadas, dándole el Gobierno, retenían el poder. El poder seguía allí, en torno de un hombre solitario y silencioso (...). El Gobierno y el poder se reconcilian, y la Nación recobra su destino”.


Se siente curiosidad por saber qué habrán pensado retrospectivamente Ernesto Sábato, Tomás Eloy Martínez y otros incautos como Quino al descubrirse en semejante compañía. Probablemente nada, por eso de que entre nosotros nadie suele pagar ningún costo por hacer el ridículo.


Emblemático representante de los sectores más reaccionarios de la derecha católica, comando civil en 1955, vocero del sector Azul del ejército y activo propagandista del golpe de estado de 1966, del de 1976 y de los intentos reeleccionarios de Carlos Menem, preocupado por la renuencia de Cristina Fernández a renunciar explícitamente a una tercera elección prohibida por la Constitución, el 14 de abril de 2013, Mariano Grondona escribió en La Nación: “Desde 1853 hasta 1930, esta norma [la que impedía la reelección presidencial) se cumplió a rajatabla. Este período de 77 años fue, por otra parte, el más brillante de nuestra historia”.


“El período más brillante de nuestra historia” de Grondona incluyó 27 años de guerra civil y diez de secesión de la provincia de Buenos Aires que, negándose a ratificar la Constitución de 1853, se constituyó en un estado independiente.


Un profesor universitario, por más reaccionario y senil que esté, debería ser una persona un poco más seria y evitar decir –y mucho menos, escribir– esa clase de tontería, pero como en nuestro país se puede hacer el ridículo con total impunidad y sin pagar costo alguno, el doctor Grondona de paso deplora que la presidenta no desmienta su intención reeleccionista.


La presidenta Cristina Fernández no renuncia explícitamente a una enorme cantidad de cosas que se le ocurren al doctor Grondona, del mismo modo que el doctor Grondona no renuncia explícitamente a una operación de cambio de sexo, pero esa renuencia presidencial autoriza al doctor Grondona a excederse en el consumo de lisérgico, lo que lo induce a angustiosos interrogantes: “¿Podría recobrar –se pregunta el doctor Grondona refiriéndose presumiblemente al país y no a él mismo– su perdida sensación de estabilidad si la Presidenta renunciara explícitamente a un horizonte de permanencia indefinida como al que hoy, todavía, no da señales de renunciar? Algunos suponen que demora este anuncio de cumplir simplemente con la Constitución porque, en tal caso, se convertiría en un pato rengo y ya no podría gobernar. ¿Qué hacen, empero, todos los presidentes republicanos de nuestra América? Cumplen, simplemente, los plazos que les han asignado”.


Indiferente al hecho de que tampoco “los presidentes republicanos de nuestra América” renuncian explícitamente y cada vez que se le ocurre al doctor a ese “horizonte de permanencia indefinida” que tanto lo perturba, el doctor Grondona afirma a continuación que esa no renuncia explícita de nuestros presidentes republicanos “se hace sin perturbaciones, salvo, naturalmente, en los casos de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, cuyos presidentes aspiran a la monarquía mientras los argentinos esperamos –prosigue discurriendo el doctor a fin de volver innecesario el análisis de dopaje en sangre– demuestre que Cristina se decida entre la monarquía y la república”.


La sevicia presidencial es intolerable ¿qué le cuesta a Cristina Fernández tranquilizar al doctor Grondona?


Y ya en pleno descontrol, en los proyectos que manifiestan la intención de democratizar el poder judicial, el doctor cree ver una rosista ambición de obtener la suma del poder, diagnóstico en el que coincide con el dirigente sindical Julio Piumato, en pueba de que, o bien el doctor se ha vuelto completamente loco o Julio Piumato ha sido efectivamente secuestrado por una tribu de reducidores de cerebros que lo llevan a oponerse a aquello que ayer nomás proponía y a coincidir nada menos que con el doctor Grondona.


Pero, a diferencia del malogrado sindicalista, el ridículo no lleva al doctor a negar su historia y tradición. El doctor aun conserva su corazoncito dictatorial. Vean sino: “La ‘dictadura’ que crearon los romanos no era lo que hoy entendemos por este nombre. En tiempos de la República Romana, el Senado designaba como ‘dictador’ a un ciudadano descollante, a quien le confería la suma del poder para atender una situación de emergencia, por ejemplo, una invasión, pero sólo por el exiguo plazo de seis meses. Pasado el peligro, la República Romana volvía a la normalidad”.


”Julio César alteró esta tradición –prosigue el doctor– haciéndose nombrar dictador vitalicio. Por eso hoy, cuando hablamos de ‘dictadura’, desgraciadamente pensamos en un nuevo César, en una persona que reúna todo el poder, sin plazos a la vista. Cristina ya tiene ‘casi todo’ el poder. Sólo le falta arremeter contra el plazo, el elemento residual que aún la contiene”, escribió. De donde resulta que el doctor Grondona se ha vuelto kirchnerista: si tiene razón, si no yerra en sus razonamientos y falla en sus juicios, Cristina Fernández, cuyo mandato tiene fecha de cancelación, vendría a ser dictadora al estilo de los de los tiempos de la República Romana y no un nuevo Julio César, siendo que la diferencia entre uno y otro es el carácter vitalicio de su mandato. Para tranquilizar al doctor Grondona sólo resta que Cristina, como la llama familiarmente el doctor, renuncie explícitamente a la monarquía.

Bien mirado, el doctor tiene razón. ¡Qué tranquilos estaríamos todos si  a cada hora de cada día de sus mandato, los presidentes renunciaran explícitamente a la monarquía!
Está claro que a esta altura del campeonato, el doctor no está bien de la cabeza o su dealer le expende sustancias adulteradas. Sin embargo, aun intoxicado o senil, y muy posiblemente a punto de someterse a una operación de cambio de sexo (maniobra de la que estamos autorizados a sospechar en tanto se empeñe en no renunciar explícitamente a ella), el doctor Grondona sigue en un estado de mayor lucidez que la mayoría de sus colegas, seguidores, imitadores y ocasionales compañeros de ruta. A diferencia de los Quino, Sábato y Tomás Martínez de hoy y de siempre, los Grondona de hoy y de siempre saben cuándo al señalar la luna están haciendo que los demás queden mirándoles el dedo y cuándo, sin señalarla, están hablando de ella.


En sus buenos tiempos, cuando oficiaba de fogonero de la dictadura de Onganía (que, curiosamente “no tenía plazos sino objetivos”) el doctor no se burlaba de la lentitud de Illía, ni descalificaba el funcionamiento parlamentario ni se escandalizaba por ningún caso de corrupción: el doctor sabe que en todas las casas se cuecen habas y que la corrupción es una excrecencia menor de cualquier obra humana, como ha admitido varias veces públicamente.


Parafraseando a William Jefferson Clinton, el doctor podría decir: “Es el poder, estúpido”.

¿Y qué es el poder sino el dinero? Pero no se trata del dinero que desvela a las almas angelicales o a los esencialmente corrompidos dispuestos a cualquier cosa para pagar las expensas atrasadas del palacio Estragamou; se trata del dinero de la sociedad, en esa dura puja entre estados y trasnacionales, naciones e imperios, empresarios y banqueros, patrones y obreros por apropiarse y distribuir más o menos equitativamente el valor producido por el trabajo humano.

Todo lo demás, es papel pintado y fuegos artificiales.




6 comentarios:

Antonio (el Mayolero) dijo...

Sin ánimo de corregirle la plana a Todoro Boot, me parece que le adjudica a Quino palabras de Lino Palacio (ambos publicaban entonces en Primera Plana) De cualquier manera no invalida para nada el comentario, y el recuerdo a la revista que dirigía Jacobo Timmerman, y donde Mariano Grondona era columnista destacado.

Anónimo dijo...


Lo corrijo a Boot: El doctor fogoneaba el golpe. Lo hacía junto a otros como Timerman desde 1ªPlana. No podía quejarse de la corrupción de ese gobierno honesto siplemente porque no existía tal corrupción. Boot, si es joven, puede informarse en los libros o con gente de más años. He escuchado incluso a algunos peronistas reconocerlo.
La corrupción no es una excrecencia menor de toda obra. A Color de Melo lo voltearon por eso, el sistema político italiano de los 80-90 saltó por el aire cuando un juez inició el mani pulite, en fin hay infinidad de ejemplos que contradicen a Boot. Si el quiere tranquilizar su conciencia con ese expediente, puede hacerlo. No venga después a hacerse el desencantado cuando todo estalle acá también por el aire.
MEnem es un espantajo político justamente por eso. Es cierto que tardamos en descubrirlo. Muchos miraron para otro lado (algunos de los que fueron a la marcha del jueves). Los argentinos tenemos ese problema. Reaccionamos tarde, cuando aprieta el bolsillo.

COmprendan eso muchachos: no hay política que pueda cimentarse robando. Todo queda invalidado.

Anónimo dijo...

Lamentablemente, Teodoro Boot no es joven, o al menos no tan joven como para no acordarse. Y si no se acuerda, ahí está Tomas Eloy Martínez para recordarlo. Tampoco se confundió con Quino. Y tampoco dice que alguna política pueda cimentarse robando, sólo que el robo y la corrupción suelen ser hábitos habituales de cualquier obra humana, sin que por eso deban ser disculpadas. Se trata sólo de distinguir lo principal de lo accesorio, simplemente.
Si esto es muy difícil de distinguir, lo lamento.
Teodoro Boot

Adriana dijo...

Menem es un espantajo político por la corrupción? Curiosa lectura.

Anónimo dijo...

Lo principal de este gobierno es la estructura del latrocinio. Con el tiempo quedará al descubierto esa organización que en derecho penal se denomina asociación ilícita y cuya radiografía quedó explicitada hace unos días en la Tv. Un testaferro fundando empresas para quedarse con obra púbica direccionada. Es más viejo que la escarapela. El circuito del dinero negro que termina en una cuenta numerad en Suiza.

Lo accesorio es la sarasa populista que cada vez queda más en evidencia como un grotesco engaño. QUe tiene como resultado pobreza y desocupación crecientes. Con un proceso inflacionario acelerado. Tampoco nada nuevo.

EL final ya se lo anticipo, Boot. Crisis social y política. Hoguera donde volveremos a purificarnos todos los argentinos.

Y los corruptos eludirán la justicia, o no. Nosotros los de a pie, la miraremos desde afuera. Como siempre. O no.

Hábitos habituales como ud dice

Anónimo dijo...

¡no fue Tomas Eloy Martinez FUE PERON !!!!!!!! quien dijo “Reconozco calidad a Onganía como hombre de mando en el Ejército. Si Onganía se comportase en el terreno político como en el terreno militar, el país podría andar bien. Simpatizo con..."

Ver reportaje a Peron donde lo dice